No es fácil valorar un servicio. Solemos tener un arranque de juicio rápido que asimila el precio de un servicio a una decisión caprichosa de quien lo ha dado. Nos fijamos en el poco tiempo y sudor que ha utilizado un técnico en dar un buen consejo, pero no caemos en la cuenta de los años de estudios o experiencia que son necesarias para hallar soluciones, y del valor añadido que tienen. Fijémonos en la conocida anécdota siguiente.
Henry Ford tenía un problema con un generador de sus vehículos, y contrató a Charles Steinmetz. Éste, tras dos días de observación, subió a una escalera, hizo una marca de tiza y recomendó eliminar 16 espiras de la bobina que se situaba en esa marca. El generador funcionó perfectamente. Henry Ford recibió una factura por 10.000 dólares, y pidió una factura más detallada y justificada. La respuesta de Steinmetz fue la siguiente: «1 dólar por realizar una marca con una tiza, 9.999 dólares por saber dónde realizarla».
Esta situación sirve para reflexionar sobre el precio de las cosas. Las ideas no se pueden vender a peso, no son cosas, no son bienes materiales. La información sin interpretación, sin intuición, sin aplicación, sí se puede vender a peso, pero tiene menos valor y soluciona menos problemas.
© 2011. Isidor Torres/Planifica®
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